martes, 10 de marzo de 2009

La anestesia en la antigüedad


No hay ninguna duda de que el hombre conoció el dolor cuando apareció sobre el planeta Tierra, durante el periodo Pleistoceno, en ese momento era nómada y vivía desnudo. Los antropólogos han descubierto, en los restos óseos que se conservan, que sufrió diferentes patologías, entre ellas abscesos dentarios y fracturas abiertas. Se ha descubierto un fragmento de un esternón que contenía la punta de obsidiana de una flecha, al parecer el traumatismo no fue fatal porque no afectó a órganos vitales, pero convirtió a la víctima en una presa fácil.


. Egipto y Mesopotamia


Las utilizaciones más antiguas empleaban sustancias vegetales con propiedades anestésicas, como la raíz de la mandrágora, la de belladona, las hojas del cannabis, del opio o de la coca. Los asirios inventaron un método eficaz para causar anestesia, aunque no estaba exento de peligro, consistía en comprimir la carótida a nivel del cuello, provocando la consiguiente isquemia cerebral y la aparición de un estado comatoso, el cual era aprovechado por los cirujanos para realizar la intervención.
Es sabido que en la isla de Creta fue venerada durante mucho tiempo la diosa Adormidera, que en su corona tiene parte de la semilla (pericarpio) del opio, representando los cortes típicos que se realizan para la obtención del jugo de esta sustancia. La diosa, en su rostro, refleja el éxtasis que alcanza el adicto. Durante mucho tiempo en la civilización cretense el opio fue considerado un regalo de los dioses, por sus efectos sedantes y analgésicos.
Hacia el 1.400 a. de JC la adormidera fue cultivada en Egipto. El opio que emplearon los egipcios era el thebaicum, procedente de Tebas, capital del Alto Egipto. Sabemos que administraban a sus hijos adormidera para que no llorasen por la noche y dejasen a sus padres dormir. En un bajorrelieve de El-Amarna aparece una hija de Nefertiti ofreciendo a su esposo, Semenkene, una flor de mandrágora.
Los egipcios fueron los primeros en emplear la piedra de Menfis como anestésico. Según Dioscórides los médicos egipcios la reducían a polvo y la empleaban sobre la zona dolorida para conseguir la anestesia. Plinio señalaba que debía ser mezclada con vinagre antes de ser aplicada. Se ha especulado mucho acerca de la identidad de esta piedra, para algunos estudiosos se debía tratar de un tipo de asfalto, que al quemarse producía unos vapores soporíferos. Para otros era una piedra caliza que desprendería anhídrido carbónico, cuya acumulación en un lugar sin ventilación produciría el adormecimiento del paciente. Pero en tal caso, ¿por qué no narcotizaba también al médico?


. India y China


Los hindúes, con Susruta a la cabeza, usaban el vino para insensibilizar a los pacientes que iban a ser sometidos a una intervención de talla, esto es, la extracción de cálculos vesicales. Para este galeno el cirujano ideal “había de pertenecer a una de las castas superiores, ser de buena familia, mostrarse inquisitivo, fuerte, enérgico, saber dominarse y tener buen carácter, inteligencia y buena memoria, coraje y limpieza de espíritu. Debía también tener labios, dientes y lengua finos, nariz recta, mirada franca y despierta, boca amigable…”.
En China, hacia el 300 a. de JC, Pien Chiao, uno de los cirujanos legendarios, operó a dos individuos a los que previamente había adormecido con una bebida narcótica, quitándoles el estómago y operándoles del corazón. Según reza la leyenda los dos pacientes volvieron a sus casas curados completamente.
También demostró su habilidad Hua Tho, el primer gran cirujano chino, comparado por su trascendencia con Hipócrates. Se sabe que consiguió preparar un sedante muy efectivo, al que denominó “mario”, con el cual podía sumir a sus pacientes en un sueño tan profundo como si “estuvieran embriagados o muertos”. Esta habilidad, sin embargo, le ocasionó la muerte, ya que en cierta ocasión cuando pretendía trepanar el cráneo del caudillo rebelde Kuan Yün, aquejado de terribles cefaleas, el paciente pensó que podía tratarse de una treta para acabar con su vida y ordenó que ejecutasen a Hua Tho de forma inmediata.


. Grecia y Roma


En la cultura griega existen numerosos ejemplos de representación del dolor. Así por ejemplo, en Lacoonte, sacerdote de Apolo en Troya, el dolor se expresa en el momento en que es ahogado con dos de sus hijos por dos serpientes monstruosas que envía Poseidón.
En la mitología griega se narra como Melampo, rey de Argólida, curó a las tres hijas del rey Proetos de su locura, enfermedad que les había propiciado Hera, la irascible esposa de Zeus. Para ello Melampo administró eléboro negro a las tres princesas, provocándolas el “olvido”. El eléboro negro contiene veratrina la cual produce la muerte de forma fulminante. Posteriormente, Dioscórides recomendaba el eléboro negro mezclado con vinagre como tratamiento de la odontalgia. Los griegos acudían en peregrinación a los templos de Asclepio, porque creían que si dormían allí el dios de la medicina les aliviaría de su dolor.
Los romanos heredaron los conocimientos médicos de los etruscos y los griegos, adoptando de inmediato todos los fármacos conocidos para combatir el dolor. El listado de plantas de Plinio con fines analgésicos es infinito, así como los remedios que utilizaba. Hay algunos que producen cierta hilaridad, como por ejemplo uno en el que recomendaba para evitar el dolor de muelas introducir dos veces al mes ceniza de excrementos de rata sobre las encías o bien colocar gusanos de tierra hervidos en aceite sobre la oreja dolorida.

. Aztecas y mayas


En la Gran Tenochtitlán los aztecas practicaron sacrificios humanos, la liturgia de estos sacrificios a través del dolor servía para comprar la paz en un mundo dominado por divinidades crueles. Durante la Guerra Florida al guerrero más fuerte y valiente que había sido hecho prisionero se le daba un trato especial, le proporcionaban un atuendo ostentoso y le alimentaban de forma exquisita. A continuación le obligaban a ingerir una infusión a base de plantas soporíferas y anestésicas, y le conducían con gran pompa a la cúspide del Templo Mayor. Allí le ataban de pies y manos, cuatro individuos le obligaban a recostarse sobre la Piedra de los Sacrificios para que arqueara el torso y expandiera el tórax y con un solo movimiento se efectuaba una laparotomía con una hoja de obsidiana afilada. Con enorme celeridad el sacerdote le extirpaba el corazón, el hígado y, a veces, los pulmones. El temor al dolor y a la muerte era considerado una ofrenda a la divinidad.
Los Grandes Señores Mayas se perforaban el pene con la púa de un maguey, se trataba de un rito en el que se derramaba sangre en honor de los dioses. A lo largo del Periodo Clásico, los mayas extraían a los prisioneros de guerra las uñas de los dedos de las manos, con el fin de impedir su participación en otro conflicto bélico, a continuación eran liberados.,

La primera vacuna de la Historia


El 17 de mayo de 1749 nació Edward Jenner en la ciudad de Berkeley (Inglaterra). Durante toda su vida fue un apasionado por la naturaleza y sus misterios, con tan sólo 13 años se convirtió en aprendiz del cirujano de Sodbury, quien le descubrió los misterios fascinantes del cuerpo humano. Tan sólo ocho meses después se trasladó a Londres para iniciar sus estudios en medicina en el St. George Hospital, en donde tuvo la suerte de conocer a John Hunter, con el cual inició una larga serie de investigaciones experimentales. Al finalizar sus estudios, y ante el asombro de su maestro, regresó a Berkeley para ejercer la medicina como médico rural. Se cuenta que en sus ratos libres escribía versos, tocaba el violín o hacía estudios sobre la migración de las aves.
Las continuas visitas a los granjeros de la zona le permitieron comprobar que había personas que enfermaban de una forma muy leve de viruela, una enfermedad con elevada mortalidad en esa época, y que además quedaban protegidos contra la enfermedad. A Jenner no le pasó desapercibido que estas personas eran precisamente las encargadas de ordeñar a las vacas.
¿Cuál era la causa de esta protección? Lo habitual era que en las ubres de las vacas apareciesen unas lesiones, a modo de vesículas llenas de pus (pústulas), de las que podían contagiarse los ordeñadores.
Las lesiones en las manos duraban muy poco tiempo, nunca era mortal y no dejaba secuelas. Los propios granjeros conocían desde tiempo atrás este fenómeno al cual los científicos del momento consideraban una “superstición de gente ignorante”.
Jenner no estaba de acuerdo con sus contemporáneos, pensó que podría tratarse de una medida eficaz de prevención y decidió realizar un experimento.
Con la inestimable ayuda de su sobrino, Henry Jenner, recopiló datos epidemiológicos de 28 individuos, los cuales le proporcionaron una evidencia para formular una hipótesis: la inoculación con la viruela de las vacas podía evitar el contagio de la viruela humana.

El 14 de mayor de 1796, tres días antes de cumplir los 47 años, una fecha memorable para la Ciencia, realizó su célebre experimento. Extrajo pus de una de las pústula de la mano de Sarah Nelmes, una ordeñadora que había contraído viruela vacuna de su vaca lechera, llamada "Blossom", e inoculó con este material a un niño de ocho años, James Phips, el cual no había enfermado de viruela.


El niño desarrolló una leve enfermedad entre el sétimo y el noveno día. Se formó una vesícula en los puntos de inoculación, que desapareció sin la menor complicación. Jenner pensó que el joven Jame estaba protegido contra la enfermedad y por eso el uno de julio le volvió a inocular, en esta ocasión con material extraído de un paciente afecto de viruela. Tal y como había sospechado Jenner, el niño no enfermó.

. Vacuna y vacunación

El doctor Jenner publicó sus resultados en 1798 en una monografía titulada: "Investigación de las causas y efectos de la vacuna antivariólica". Al hacerlo, acuñó el nombre en latín para la viruela vacuna, variolae vaccine (la viruela de las vacas).
En todas sus publicaciones, utilizó el término vaccine (vacuna) para el virus y la enfermedad, sin emplear jamás la palabra vacunación. Este término fue utilizado por primera vez en 1800 por Richard Dunning, un cirujano de Plymouth, con la aprobación de Jenner. Posteriormente el vocablo sería adoptado por Louis Pasteur. En 1881, Pasteur empleó por primera vez la palabra "vacuna" en sentido general y propuso que se emplearan las palabras "vacuna" y "vacunación" como términos generales durante una conferencia internacional en Londres.
En los cinco años siguientes la monografía se tradujo a seis idiomas: holandés, francés, alemán, italiano, portugués y latín. Poco a poco la vacunación reemplazó a la variolación que fue prohibida en Gran Bretaña en 1840.
Poco tiempo después se descubrió que la vacuna se podía transferir sucesivamente de un individuo a otro sin perder sus propiedades.
En la difusión de la vacuna de Jenner participó de forma activa el gobierno de Carlos IV de España, que en 1803 organizó una expedición dirigida por el médico alicantino Francisco Xavier de Balmis, con la misión preventiva de vacunar el continente americanos y las posesiones españoles en Ultramar.
En 1805 algunos médicos franceses, convencidos de la utilidad del método de Jenner, convencieron a Napoleón para que vacunase a sus tropas. La medida fue un éxito y las bajas del ejército francés por viruela fueron mínimas, en comparación con las aparecidas en los ejércitos enemigos.
En el siglo XX la campaña de vacunación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio sus frutos y después de muchos esfuerzos y millones de dosis se consiguió erradicar la viruela en el año 1977. El último eslabón de la cadena fue el somalí Ali Maow Maalin.

Varolización, el antecedente de la vacuna







En el año 1.000 a. de JC, en la India, se inoculaba a sujetos sanos con el material procedente de las pústulas de los enfermos de viruela, con la intención de conseguir una protección frente a la enfermedad. La experiencia demostraba que la infección transmitida era infinitamente menos mortífera que la enfermedad.

Lady Montagu fue una de las mujeres más cultas del siglo XVIII. En 1715 contrajo matrimonio con un miembro del Parlamento inglés y poco tiempo después su marido fue nombrado embajador ante la Sublime Puerta, nombre con el que se conocía en ese momento al Imperio Otomano. La estancia en Constantinopla fue muy breve, apenas estuvieron dos años, tiempo durante el cual la embajadora entabló relaciones cordiales con el sultán otomano.
Lady Montagu fue una de las primeras occidentales que tuvo la oportunidad de penetrar en el harén del sultán y, en contra de lo que pudiera pensarse a priori, llegó a la conclusión de que las damas turcas eran, en algunos aspectos, más libres que las europeas. Afirmó que el hecho de tener que ir siempre con velo les permitía ir y venir sin ser reconocidas, y que Mahoma hubiese afirmado que había para ellas un paraíso distinto al de los hombres “no tenia que ser forzosamente menos agradable”.
Durante su estancia descubrió la variolización, técnica que los otomanos habían importado de la India. La propia lady Montagu describía la técnica en una carta a una de sus amigas:

“…una anciana llega con una cáscara de nuez llena de materia del mejor tipo de viruela y pregunta qué venas te gustaría te abriera. Inmediatamente, rasga y abre la que le has ofrecido con una aguja larga (que no produce más dolor que un rasguño) y pone en la vena tanto veneno como cabe en la punta de la aguja y después venda la pequeña herida con un trozo hueco de la cáscara (…) todas estas heridas dejan pequeñas marcas. Los pacientes jóvenes o niños juegan juntos durante el resto del día y tienen perfecta salud hasta el octavo día. Entonces comienza a subirles la fiebre y están en cama durante dos días, a veces tres y… a los ochos días están como antes de su enfermedad. Caña año, miles de personas se someten a esta operación (…) y no hay ejemplo de nadie que haya muerto en la operación y créeme estoy tan satisfecha con la seguridad del experimento que pretendo intentarlo en mi propia hija…”.

En efecto, cuando lady Montagu regresó a Inglaterra variolizó a su hija de diez años. Sin saberlo, contribuyó a la aparición de la primera vacuna, muchos años antes de que se descubriera la existencia de los microorganismos. A pesar del éxito, la variolización se encontró con una fuerte oposición entre los médicos y científicos ingleses de la época, por lo que su difusión fue muy escasa.